En un lugar de Massachusetts de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un maestro de escuela de los de tiza en mano, rotulador rojo, moto flaca, y coche viejo. Una olla de steel cut oats, salpicón las más noches, huevos con bacon los sábados, lantejas los viernes, alguna hamburguesa de añadidura los domingos, consumian las tres partes de su hacienda. Tenía en casa una señora de la limpieza brasileira que venía los lunes, y un vecino paliza que se bebía hasta el agua de regar las plantas. Frisaba la edad de nuestro maestro con los cuarenta y algo; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, no muy madrugador y nada amigo de la caza. ¹
¹ Gracias Don Miguel